Dos moldes blancos y toscos de hormigón de los propios puños del artista se apoyan sobre dos soportes piramidales de acero enfrentados como peones de ajedrez, unidos horizontalmente por un travesaño trapezoidal de madera de pino patinada con carbón y aceite que reposa en el suelo. A través de la polisemia del término «duelo», este trabajo podría comprenderse como un combate entre dos partes enfrentadas o como una reunión de dos personas para velar a un tercero que yace sobre el suelo. En las obras de Christian García Bello la forma estructura la narración y la poética del material le da el contenido para que ésta se crezca de forma polisémica y multidireccional. Emplea aquí el hormigón —material que se inventó el ser humano para colmar su anhelo de fabricar piedra; un material vivo, que envejece, protagonista de la Revolución Industrial y clave en la era geológica del impacto del ser humano en la Tierra—, el acero —el metal proletario— y la madera de pino —común, austera y reservada históricamente para los ataúdes más humildes—.