DARDO Instituto do Deseño e das Artes Contemporáneas

Verde Barro

 

Bilbao, 1971

Fotógrafo

Verde Barro

En la pintura de Alejandro Botubol la quietud es la anamnesis de lo clásico, de lo resuelto en perfecto orden, pero la exégesis de su trabajo se desvela en lo contrario, en la emoción que se confronta como condición de lo no resuelto, de ese lugar capaz de vibrar en la mirada. Por eso reivindica el hallazgo serendípico de sus atardeceres en su estudio, cuando el color tiembla y la luz se asoma para retirarse. Sus Tapes son bodegones de cintas —de carrocero, de embalar, americana de colores…—, pero son naturalezas muertas que se ubican en un paisaje de color hecho luz, unas imágenes mentales o construcciones sensibles que son mucho más que fondos, distanciándonos de la apariencia en una persecución muy consciente de la atmósfera deseada —quizás rememorando sus inicios en la pintura au plein air—. El color es así el sonido interior de estas Tapes, la sutil densidad de la memoria del estudio. Si en anteriores trabajos fueron eclipses y paisajes, en sus obras más recientes estas cintas son una suerte de imaginería que al artista le conducen al universo de lo barroco. La experiencia de la luz que entra en el atardecer por la ventana de su estudio, siempre una luz diferente, se transforma en paisaje, en pintura. Porque la luz siempre ha sido capaz de descubrir los espacios y los objetos, pero también de plegarlos con juegos de claroscuro. En este caso, ésta reafirma la presencia del objeto y el artista se abandona así a un viaje sin moverse del sitio, dejando que la pintura ocurra, que tenga lugar.