Una colección privada

Una colección privada que no es grandilocuente ni extravagante, que no bascula en torno a una única temática concreta y que ha permanecido inédita hasta ahora. Su condición discreta es directamente proporcional a su nivel de exigencia y complejidad, siendo capaz de contar demasiado sin dejar de contar demasiado poco.

Cuenta Robert Musil, en una nota destinada a un ensayo, que en esa suerte de paradoja se asentaban las dos objeciones típicas que se le hacían. No resulta difícil pensar en su novela más conocida El hombre sin atributos, en la que efectivamente se cuenta demasiado poco. Su protagonista es un hombre de ciencias, inteligente, sumamente reflexivo y discreto, que lejos de lo que podamos suponer no solo no carece de cualidades, sino que posee una gran cantidad de atributos que simplemente no exhibe gratuitamente. La descripción no se aleja de la que podríamos hacer a propósito del protagonista de esta colección que, con su compañera de vida, emprendió una aventura con forma de acción paralela: caminar por el mundo del arte con la complicidad de quienes son capaces de colocarlo en uno de los lugares más altos de su escala de valores.

No parece casualidad que una de las obras de esta colección sea una enorme pintura sobre tela del artista portugués Joao Louro, que representa la portada del citado libro de Musil. Antes de esta serie de portadas (covers), Louro había presentado sus Blind Images donde ofrecía un texto al espectador, que no podía acceder a la imagen, dejando la obra abierta y a disposición de este. En The Man Without Qualities #3 es el libro, con su título y el nombre del autor, pero sin el contenido. De lo que se trata es de desentrañar el mundo y de aprehender los entresijos conceptuales del arte y de la vida, porque lo verdaderamente interesante no es acercarse a la obra de arte para ver la obra en sí, sino el mundo a través de la obra, siendo ese matiz en el que se asienta la razón de ser de esta colección, en la que no hay asunto que no se haya meditado, escrutado o discutido con la minuciosidad del aficionado exigido, en palabras de Ana Jotta del “amador professional”.

Con esa actitud se inició esta colección en 1986, que fue incrementando su exigencia a lo largo del tiempo. Sin dirección precisa al principio del camino, como la escritura de Musil, fue tomando un rumbo más singular y personal de una manera instintiva, cuestionándose a sí misma y entendiéndose siempre como una obra inacabada, con el coraje de quien no le tiene miedo a lo inabarcable de adentrarse una y otra vez en mundos sin descubrir. Porque lo primero que hay que entender de una colección es que es algo constantemente vivo, una extensión emocional de quien la ha estructurado y pensado, de quienes la han trabajado y cultivado y de quiénes lo siguen haciendo. Pienso en la obra de Melik Ohanian, capaz de meditar sobre las consecuencias del mundo sin indicaciones específicas, buscando que el espectador especule y reflexione hasta anticipar su relación con el mundo: Tomorrow Was.

Esta obra, una de las últimas en integrar esta colección, nos habla de fragmentos de vida. Como la escritura de Musil es una historia que se crea a sí misma, que nunca retrocede, aunque avance mirando por el espejo retrovisor, que siempre estará en suspenso, como todos esos objetos misteriosos que, a modo de puntos suspensivos, se nos aparecen en muchas de las obras de esta colección particular, desde Vivian Maier a Carmen Calvo. Un libro, un zapato, un bolso… Lo mismo podríamos pensar de los colores que enuncia Ignasi Aballí o de las ideas conceptuales de Lawrence Weiner. Esta colección es algo así como una obra abierta, como intentar penetrar en la mente de otro, introducirse en la vida de los otros como posibilidad incierta, transportarse al otro lado. De ahí que muchas de las obras seleccionadas se asienten en esa lógica, de Phil Collins a Nan Goldin, de Nobuyoshi Araki a Paul Graham, de Juliao Sarmento a Hilla Kurki. Porque si algunas obras nos conducen a la contemplación, desde Berta Cáccamo a Soledad Sevilla; otras se asientan más en el campo de la mirada, como la fotografía de Robert Mapplethorpe o la pintura de Merlin Carpenter.

Intentar abarcar en una exposición una colección particular es tarea imposible, aunque sí podemos aprehender algunos de sus relatos: los que nos hablan de conceptos; los que nos abocan al misterio de los objetos; los paisajes que, como en la obra de Cristina Garrido, son tantos y tan ricos en matices como queramos proyectar; los que nos sumergen en valores abstractos; o los que nos conducen al universo de la otredad. Todo cabe en el universo caleidoscópico de una colección privada, máxime cuando es producto de dos miradas atentas. Porque así es como ocurrió.

Artistas: Alberto García Alix, Allen Rupperberg, Ana Jotta, Anthea Hamilton, Berta Cáccamo, Carmen Calvo, Christian García Bello, Cristina Garrido, Dora García, Eulalia Valldosera, Francesca Woodman, Helena Almeida, Hilla Kurki, Ignasi Aballí, Jacobo Castellano, João Louro, José Pedro Croft, Julião Sarmento, Lawrence Weiner, Lucio Muñoz, Malick Sibide, Marlena Kudlicka, Matt Mullican, Melik Ohanian, Merlin Carpenter, Nan Goldin, Nobuyoshi Araki, Pamen Pereira, Paul Graham, Phil Collins, Robert Mapplethorpe, Rosana Antolí, Rui Valerio, Soledad Sevilla, Sophie Calle, Stan Douglas, Vítor Mejuto, Vivian Maier

Comisario: David Barro

La Fundación DIDAC cuenta con el apoyo de la Deputación de A Coruña

Fotografía: @roialonso_fotografia